Predecir para regular: el factor Covid

 

Por Carlos Rojas Klauer

Socio de Baxel Consultores

1. Contexto y conceptos claves

Entendemos “incentivo” como cualquier acción o hecho que genera una reacción en el comportamiento humano y que implica que la persona tenga que tomar una decisión. Una forma ilustrativa de entender los efectos de un incentivo en el comportamiento es aquélla planteada por Levitt y Dubner: “(…) una bala, una palanca, una llave: con frecuencia se trata de un objeto minúsculo con un poder sorprendente para cambiar una situación (…) Un incentivo es sencillamente, un medio de exhortar a alguien a hacer más algo bueno, y menos algo malo. Pero la mayor parte de los incentivos no surgen de forma natural. Alguien –un economista, un político o un padre– tiene que inventarlos[1].

Comprender qué puede incentivar la realización de conductas sociales, ya sea de forma positiva (promover una acción) o negativa (generar inhibición o límites), y generar, por ejemplo, políticas públicas asertivas, es una tarea multidisciplinaria. Como tal, requiere de investigación y apertura de espacios para el empleo de nuevas metodologías de trabajo que ponga al ciudadano en el centro de las necesidades públicas.

En ese contexto de búsqueda, existen diversas alternativas sobre las cuales debemos realizar un ejercicio de elección. Para ello, es importante observar: (i) la valoración que le damos a cada alternativa; y, (ii) la ponderación que, a la vista de su probabilidad, les atribuimos a las alternativas.

Actualmente, la pandemia generada por el Covid-19 nos abre una serie de retos, oportunidades y constituye un marco de referencia para la elaboración de nuevas políticas públicas. Pero para algunos creadores de políticas públicas el virus constituye un problema y no un factor de transformación o cambio.

El contexto de información falsa, la recesión económica, el desempleo y el hartazgo social sobre el establishment puede ser capitalizado por propuestas regulatorias populistas, las cuales sabemos constituyen un futuro sin predictibilidad e institucionalidad.

Ante ello, resulta necesario conocer y construir espacios de experimentación que permitan predecir el comportamiento humano en el contexto de la pandemia y, en ese ámbito controlado, tener una mejor percepción de los riesgos que implican proponer o pretender ejecutar nuevas aventuras regulatorias. Y es que en la mayoría de las ocasiones no encontraremos preferencias “acontextuales”, sino que, por el contrario, veremos que éstas están influenciadas por el ambiente y momento histórico en el que vivimos (variables contextuales).

¿Cuál es la importancia de esta perspectiva? Que permite incorporar a nuestras predicciones sobre el comportamiento humano el componente “endógeno” de las preferencias, en la medida que (i) ningún sistema legal puede subsistir sin asignar titularidades, y, (ii) la asignación inicial de titularidades desde el Derecho puede tener directa correlación con las preferencias.

Es decir, cuando el Estado o los encargados de elaborar políticas públicas deben actuar, tendrán que hacerlo tomando en cuenta que sus acciones van a tener un impacto directo sobre las preferencias del ciudadano. Esto les impide -o por lo menos debería impedirles-diseñar regulación dejando de lado el análisis del contexto a partir del cual se desarrollan estas políticas.

2. La perspectiva conductual: el factor emocional no debe suplantar sino contribuir

Como señalábamos, el Covid, al igual que cualquier fenómeno del que somos vulnerables, representa un reto para el Estado. Por ejemplo, es un factor que viene empujando la transformación digital en sus distintos niveles de gobierno. Pero también representa una justificación para encontrar incentivos para abrir una agenda populista e imponer paradigmas regulatorios desfasados, tal como la participación del Estado en la actividad empresarial a través de modelos que se han probado innecesarios[2], o el tratamiento de la informalidad versus la presión regulatoria en la economía formal, entre otras cuestiones que se aproximan a la discusión pública preelectoral.

 

Cuando ocurre un desastre[3] como sucede con la pandemia, el impacto se mide en función a (i) la capacidad de respuesta del sistema implementado para su mitigación, (ii) la actuación de los diversos niveles de gobierno y (iii) la conducta de la ciudadanía. Del mismo modo, serán las decisiones individuales las que, al aumentar o disminuir el grado de vulnerabilidad de la comunidad, influirán en la intensidad del impacto del evento desastroso.

En esa línea, la manera cómo se plantee una política pública dirigida a un grupo de personas fuertemente influenciado por sus emociones debe tomar en cuenta que la comunicación de sus metas no puede ser estrictamente objetiva, sino que debe incorporar a su análisis los elementos subjetivos que alejan a los individuos de la utilización de herramientas e información objetiva. Por ejemplo: estadística, sandbox regulatorio, prototipos normativos sujetos a iteración, entre otros.

En síntesis, es necesario comprender el porqué de las decisiones tomadas por los agentes en un contexto determinado para ser capaces de conocer las preferencias y medios utilizados por las personas para maximizar su beneficio.

Si bien las consecuencias de la gestión y convivencia con el Covid nos generan elementos subjetivos que no debemos reprimir o ignorar, es preciso exigir que cualquier intervención regulatoria muestre evidencias que lo justifique y prediga conductas socioeconómicas para incorporar los incentivos que correspondan. No perdamos la brújula y el rigor científico, incluso en momentos de crisis.

REFERENCIAS

[1] LEVITT D., Steven y Stephen J. DUBNER. “Freakonomics”. Barcelona: Ediciones B. España. 2006. p. 30.

[2] Para mayor detalle pueden observarse las críticas a tener una empresa estatal aerocomercial  https://gestion.pe/economia/comexperu-propuesta-del-congreso-para-regular-el-mercado-tiene-una-intencion-intervencionista-nndc-noticia/?ref=gesr (visitado el 25/11/2020) o el rol subsidiario en el mercado bancario http://prometheo.pe/estado-solidario-el-intento-de-rol-de-subsidiariedad-del-estado-en-el-mercado-bancario-en-tiempos-de-pandemia/ (visitado el 25/11/2020).

 

[3] Los desastres son coloquialmente considerados como manifestaciones de la naturaleza o de la propia interacción humana. No obstante, los desastres naturales no llegan a ser un fenómeno “natural” propiamente dicho, ya que si bien son el resultado de un evento de la naturaleza, sólo se aprecian o configuran en la medida que impacten al ser humano. Así, sus circunstancias no se originan solamente en el fenómeno natural propiamente dicho, sino que tienen su origen en el comportamiento de la sociedad y cada uno de sus individuos.

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