¿Quién decide mi voto? El poderoso efecto bandwagon en los procesos electorales?

Joel Santillán Dulanto[1]

¿En algún momento se han preguntado por qué en el Perú está prohibido publicar encuestas en la última semana antes de las elecciones?[2] En parte, por la misma razón que es usual escuchar frases como “al final te subiste al carro ganador” o “voy a votar por Pepe Gallo, ha subido mucho en las encuestas”. Estas reflejan el efecto bandwagon o de arrastre.

Este sesgo cognitivo es consecuencia principalmente de la seguridad que suele dar a las personas el hecho que se tome una decisión mayormente aceptada. Básicamente, hacer algo porque los demás lo hacen también. Este efecto se puede presentar en el deporte, en decisiones judiciales, en la moda, en el trabajo y, lo que hoy lo trae a la mesa, en la política. Las personas tendemos a apoyar aquellas causas que consideramos ganadoras por el aparente apoyo de la mayoría.

Estamos a pocas semanas de la segunda vuelta y, al igual que la primera, muchas personas que aún no han decidido su voto podrán verse influenciadas en favor de la persona que se espera ganará. Con este artículo esperamos dar algunas herramientas para tomar una decisión sobre la base de las propuestas e ideas de los candidatos y no únicamente ser influenciados por agentes externos. Ser consciente de nuestros sesgos puede ser de muchísima utilidad.

  1. Sesgos

Primero debemos superar el mito de que nuestro cerebro funciona como si fuera consciente y racional en todo momento. El cerebro de los votantes, es decir de los seres humanos, con frecuencia actúa a nuestras espaldas, aunque no lo queramos aceptar (Bullard, 2018). Por eso aquí repasamos algunos de los sesgos cognitivos que influyen en esta decisión, los cuales parten por el funcionamiento que tiene nuestro cerebro ante distintos estímulos y cómo logramos ejecutar distintas acciones.

Daniel Kahneman explicó que nuestro cerebro opera bajo dos sistemas. El llamado Sistema 1 que “opera de manera rápida y automática, con poco o ningún esfuerzo y sin sensación de control voluntario”, y el Sistema 2 que “centra la atención en las actividades mentales forzadas que lo demandan, incluidos los cálculos complejos”.  (Kahneman, 2012) Ahora, “hablar de un Sistema 1 que actúa con poco esfuerzo, y un Sistema 2 que es llamado a la acción cuando éste poco esfuerzo no es suficiente, es una forma de entender mejor cómo es que funciona nuestro cerebro en cuanto a la distribución de recursos atencionales y a la resolución de los problemas que enfrentamos en el día a día” (Santillán & Casado, 2019).

¿Pero qué tienen que ver los Sistemas 1 y 2 con los sesgos? Entendiendo que el Sistema 1 actúa de forma muchas automática y hasta involuntaria, realizando un esfuerzo mínimo, los errores cognitivos se pueden presentar ahí fácil y repetidamente sin que nos demos cuenta. Por ello, entendemos los sesgos como “prejuicios, tendencias, limitaciones o predisposiciones (causados por errores de percepción, experiencia, emociones, etcétera) que afectan la visión integral del hombre acerca de la realidad” (Rojas & Palomino, 2015).

Los sesgos a veces no pueden evitarse dado que un eventual funcionamiento constante de nuestro Sistema 2 demandaría dudar de cada uno de los juicios, algo altamente costoso. Teniendo un acercamiento a lo que son los sesgos, detallaremos uno en particular que es esencial para no “subirnos al carro” en las elecciones y emitir un voto informado y responsable.

2. El efecto Bandwagon.

El nombre de este sesgo proviene de la mezcla de “band” y “wagon” que significan “carro de la banda”, pero se traduce a la expresión de “subirse al carro”. Esta hace referencia a que un payaso, Dan Rice, fue contratado por un político en estados unidos para promocionar su campaña usando un bandwagon, siendo tan exitoso y copiado que, en su momento, todos los políticos buscaban conseguir un sitio en el bandwagon. Con el tiempo se volvió un estándar en las campañas políticas.

Otro ejemplo con el que podríamos graficar las campañas políticas actuales es cuando algún candidato recurre a un video en Tik Tok con la intención de llegar a más personas y ser tendencia en los medios sociales, y llega a ser imitado por la mayoría de sus contrincantes realizando las mismas acciones.

En sí, el efecto radica en considerar que algo es verdad solo porque la mayoría de las personas creen que así es. Pero ¿existe algún otro ejemplo que nos pueda graficar qué tanto se puede influenciar nuestra percepción por las opiniones de otras personas?

Para respondes esa pregunta, el psicólogo Solomon Asch realizó un experimento en el cual un grupo de colaboradores (cómplices del investigador) que se hacen pasar por sujetos y estudiantes tienen la tarea de indicar cuál de las tres barras horizontales presentadas por el investigador es la más alta.

Los colaboradores respondieron de manera correcta los primeros ensayos, pero a medida que van avanzando comienzan a equivocarse y señalar barras que no son las más altas. La persona que se encuentra en el experimento comienza a equivocarse, emitiendo respuestas iguales que los demás (es decir, erróneas). De ello los entrevistados señalaron que “a pesar de saber con certeza cuál era la respuesta correcta, se amoldaron a las expectativas de los demás por temor a ser ridiculizados de alguna manera” (Ortega, s.f.).

Esta situación no es ajena a la política, las personas suelen modificar sus opiniones de acuerdo con lo que puede estar optando la mayoría (siendo reflejada en las encuestas). En un estudio llevado a cabo en 1994 por Robert Goidel y Todd Shields, se realizó un experimento en la Universidad de Kentucky con 180 estudiantes que fueron asignados al azar a nueve grupos y se les preguntó sobre el mismo conjunto de escenarios de elección, pidiéndoles que escogieran a su candidato. El 70% de los participantes recibió información sobre el ganador esperado.

Los resultados arrojaron que los estudiantes que no tenían previamente elegido a un candidato se vieron más influenciados por la información brindada que aquellos que ya lo tenían elegido. Ello llevó a los autores a concluir que los que aquellos que no votaron basados en el respaldo de ningún partido y son neutrales se ven influenciados con gran fuerza en favor de la persona que esperan ganará, a diferencia de quienes sí tienen una preferencia por algún candidato (Goidel & Shields, 1994).

De esa manera, se demostraba que las expectativas desempeñan un rol significativo, sobre todo con las personas que son independientes o que aún no tienen su voto definido. Pensar que existirá una derrota segura incentiva el cambio del voto a favor del partido ganador (Schimitt-Beck, 2015).

3. Conclusión

Para intentar evitar que este tipo de sesgos determinen nuestras decisiones podemos comenzar por ser más consciente que la psicología y las ciencias conductuales están muy involucradas en decisiones políticas, legales, entre otras disciplinas que podemos ver en el día a día. Con la segunda vuelta en la otra esquina, es importante que sepamos elegir bien, y elegir por nuestra propia cuenta, entre los candidatos que hay.

Espero que este conocimiento nos ayude a ser un poco más conscientes de nuestros sesgos, y nos ayude a tomar decisiones en función a lo que creemos y esperamos, no a lo que la mayoría decide. Por eso están invitados a despertar su Sistema 2 preguntándose más a menudo, ¿me estoy dejando influenciar por las encuestas? ¿He notado que las tendencias marcan el futuro político? ¿En mi circulo cercano alguna persona está siendo víctima del efecto bandwagon?

Bibliografía

Ariely, D. (2015). Derecho y Economía Conductual: «Somos predeciblemente irracionales». Advocatus(31), 20.

Bullard, A. (2018). El àrbitro es un animal racional: Apuntes sobre psicología, neurociencia y arbitraje. En A. Bullard, & J. M. De la Jara, Análisis Psicológico del Derecho (pág. 26). Lima: Themis.

Goidel, R., & Shields, T. (1994). The vanishing Marginals, the bandwagon, and the Mass Media. The Journal of Politics(56), 802-810.

Kahneman, D. (2012). Pensar rápido, pensar despacio. Barcelona: Debate.

Ortega, A. (s.f.). El experimento de conformidad de Asch: cuando la presión social nos puede . Obtenido de https://psicologiaymente.com/social/experimento-conformidad-asch

Rojas, C., & Palomino, G. (2015). La cura es más sesgada que la enfermedad. Apuntes sobre el impacto regulatorio de la condonación desde la perspectiva de la Economía Conductual. Advocatus(31), 171.

Santillán, J., & Casado, E. (29 de Marzo de 2019). Parte I: Sesgos: ¿A qué errores de pensamiento pueden estar expuestos los decision akers en los juicios y arbitrajes?: Enfoque Derecho. Obtenido de https://www.enfoquederecho.com/2019/03/29/parte-i-sesgos-a-que-errores-de-pensamiento-pueden-estar-expuestos-los-decision-makers-en-los-juicios-y-arbitrajes/

Schimitt-Beck, R. (2015). Badwagon effect. The International encyclopedia of communication, 308-310.


[1]  Parte del Plan Formativo de Baxel Consultores y miembro de Psycholawgy.

[2] Prohibición establecida en el artículo 191 de la Ley Orgánica de Elecciones.

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