¿Volverán los abrazos y besos?: cumplimiento normativo y Covid-19

 Eduardo Melgar Córdova ((A mi hermano.))

Quizá dentro de algunos años, la pregunta con la que arranca este texto le parezca al lector el inicio de un añejo poema de Neruda o lo traslade a una dimensión totalmente alejada de su realidad. Pero no de la nuestra. 

Estamos en el año 2021. El gobierno del Perú acaba de anunciar una nueva serie de medidas focalizadas para hacer frente a la denominada segunda ola de contagios de Covid-19((Decreto Supremo 008-2021-PCM, que prorroga el Estado de Emergencia Nacional por las graves circunstancias que afectan la vida de la Nación a consecuencia de la COVID-19 y modifica el Decreto Supremo N° 184-2020-PCM, el Decreto Supremo N° 201-2020-PCM, el Decreto Supremo N° 002-2021-PCM y el Decreto Supremo N° 004-2021-PCM.)). Un año atrás, las personas aplaudían desde el confinamiento en sus casas el paso de la policía en las calles. Creíamos que el aislamiento sería cosa de pocas semanas. 

En medio de todo ello, el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, pedía a la población evitar saludar con el codo, debido a que no respeta la distancia social recomendada para evitar el contagio de Covid-19((Traducción libre de: “When greeting people, best to avoid elbow bumps because they put you within 1 meter of the other person. I like to put my hand on my heart when I greet people these days.” (Adhanom 2020). )): una disrupción adicional a la “nueva realidad” de millones de personas que anunciaba el eclipse del largo camino que tendría que pasar para regresar al status quo previo a la pandemia((  Primero se nos pidió evitar los abrazos y los besos al momento de saludar, luego los apretones de manos, seguido del «footshake» (saludo con el pie) y finalmente el tocarnos codo contra codo.))

El rechazar una mano extendida -sin que ello implique pasar por grosero- se viene normalizando como comportamiento social esperado y gana cada vez más adeptos en nuestra cotidianeidad. ¿Volverán los besos y el contacto físico como expresión natural de saludo entre dos personas que se conocen o se encuentran?

Y es que los humanos como especie, somos seres sociales que necesitamos del contacto físico para desarrollarnos. Existe múltiple evidencia que demuestra que especies cercanas a nosotros, como los primates, presentan una marcada predilección por el contacto físico, el cual se exterioriza a través de la práctica de la autolimpieza y la limpieza de otros individuos del grupo. Para los neurocientíficos (Dunbar 2010, 260-263) si bien la autolimpieza encuentra una explicación en la higiene, parece ser que la limpieza de otros individuos de la misma especie tiene que ver con el establecimiento de relaciones sociales entre los primates. 

En ese sentido, aunque hemos tendido a desfasar el papel del contacto en nuestra propia especie en favor de la comunicación basada en el lenguaje oral, existe una amplia evidencia de que el contacto físico -tocarnos, abrazarnos, besarnos- todavía desempeña un papel importante en la formación de las relaciones sociales entre los seres humanos. ¿Qué ocurre entonces cuando nos desproveen de esos hábitos como el saludarnos a través del contacto físico y los besos?

                                                             Fuente: El País

Nuevamente los neurocientíficos parecen tener una respuesta para esto: parece ser que el rol del contacto social en humanos y primates tiene una serie de efectos fisiológicos que incluyen una reducción de la frecuencia cardíaca y una disminución de los índices de estrés conductuales (Dunbar 2010, 264). En otras palabras, la falta de contacto social derivado de la “nueva realidad” nos podría estar convirtiendo en seres más estresados((A trescientos días del inicio de la emergencia sanitaria por el Covid-19 las consultas ambulatorias de este último año por trastorno de ansiedad y depresión en los Centros Comunitarios de Atención del Minsa se han incrementado en un 40%, llegando a superar las 300 mil consultas desde que inició la pandemia. Fuente: (Cuarto Poder 2021))).

Y tenemos motivos para estarlo. Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI) durante el 2020 la economía mundial disminuyó 3% ((Información recogida del siguiente link <https://gestion.pe/economia/fmi-estima-que-economia-peruana-caeria-45-en-2020-pero-  rebotaria-a-crecer-52-en-2021-noticia/> Último acceso: 19/11/2020)) , perdiéndose muchos empleos durante la pandemia. Específicamente en el caso de los hogares peruanos, el Banco Mundial señala que estos experimentaron una de las mayores pérdidas de empleo e ingresos de toda América Latina, con la consecuencia de un descenso del PBI de 17.4 % solo durante el primer semestre del 2020. Las cifras hablan de 1 millón 134.500 personas quienes perdieron su trabajo el año pasado((Conforme al INEI, solo en Lima Metropolitana el empleo se redujo en 23,1%, eso quiere decir que 1 millón 134.500 personas perdieron su trabajo el año pasado, en comparación con el 2019. Información recogida del siguiente link <https://larepublica.pe/economia/2021/01/15/mas-de-1-millon-134000-personas-perdieron-su-empleo-en-lima-en-el-2020/> Último acceso: 16/01/2021)), muchas de las cuales se han volcado hacia los mercados “informales” a fin de subsistir. 

Durante esta etapa muchos servicios públicos vienen jugando un rol esencial, como las telecomunicaciones o el transporte público. En este último, se han establecido una serie de protocolos sanitarios (desinfección, uso de mascarilla y protector facial para pasajeros y cobradores) a fin de minimizar el riesgo de que el transporte público se vuelva una fuente de contagio de Covid-19. No obstante, reducir el contagio masivo entre los millones de ciudadanos que necesitan desplazarse requiere no solo del cumplimiento de protocolos, sino de algo más profundo. Por años, hemos tolerado de modo sistemático, el incumplimiento de las leyes. En esta ocasión, nuestra sobrevivencia precisa de un cambio de hábitos para conseguir lo contrario.

¿Pero qué tan sencillo puede ser cambiar los hábitos? Durante decenas de años hemos desarrollado una cultura de desobediencia hacia la ley o de tolerancia frente a esta, lo que en un contexto de pandemia -en el cual se requiere más que nunca el acatamiento de ciertas reglas colectivas de conducta- se vuelve crucial. Nuestra “cultura del criollismo” o de “pepe el vivo”, que puede resumirse como la búsqueda del camino corto a través del quebrantamiento de la ley para conseguir sus objetivos, nos sitúa en un momento límite, cuyos efectos negativos los estamos experimentando. No obstante, no siempre fuimos de esa forma. No nacimos desordenados como sociedad. Tampoco como personas. Simplemente, en algún momento de nuestra vida nos acostumbramos a vivir así. Nos “habituamos”.

                                                 Fuente: Abel Marz

Los hábitos pueden ser definidos como la disposición psicológica de repetir un comportamiento pasado y se adquieren gradualmente como la respuesta repetitiva de las personas en contextos recurrentes ((Traducción libre de “Habits can be defined as psychological dispositions to repeat past behavior. They are acquired gradually as people repeatedly respond in a recurring context”.)). (D. T. Neal, W. Wood y J. Labrecque, y otros 2012, 492). Se trata de patrones de comportamiento generados automáticamente en respuesta a una situación en la que el comportamiento se ha realizado repetida y consistentemente en el pasado((Traducción libre de “Within psychology, ‘habits’ are defined as behavioural patterns enacted automatically in response to a situation in which the behaviour has been performed repeatedly and consistently in the past”.)). (Lally y Gardner 2013, 37). Se trata, por ende, de comportamientos automatizados, frente a los cuales ninguna ley posee la fuerza de modificarlos a partir de su mera promulgación. ¿O acaso la sola entrada en vigor de una ley que decretara como obligatoria la puntualidad determinaría que los ciudadanos llegasen a tiempo a sus reuniones? Se requiere un poco más que ello.

Los patrones de comportamiento no se refieren únicamente a actuaciones o conductas activas frente a contextos repetitivos, sino también pasivas u omisivas. Así, constituyen patrones de comportamiento nuestras reacciones automáticas, pero también nuestra tolerancia o pasividad. Un incumplimiento activo de la ley en tiempos de Covid-19 -sostengo reuniones sociales, salgo a la calle sin mascarilla o subo a una unidad vehicular sin protector facial- es un ejemplo del primero; mientras una tolerancia pasiva frente al incumplimiento de otros -tolero una reunión social de mis vecinos o permanezco en un vehículo donde viajan personas que no portan mascarilla o el protector facial – constituye un ejemplo del segundo.

Fuente: Lima Antigua

El dilema del cumplimiento normativo tiene una larga data que va más allá de los protocolos sanitarios asociados al Covid-19. Según el canon tradicional que se remonta a inicios de los años setenta, las personas son seres racionales que toman en cuenta los costos y los beneficios de sus acciones (Becker 1968), de modo que toman decisiones y actúan en función de los costos marginales de cometer un ilícito (Stigler 1970). Quien trasgrede la ley no realiza, por ende, una elección al azar, sino maximiza su utilidad, teniendo en consideración los costos y beneficios esperados en valor presente de su actividad ilícita. Incumplir la ley, se convierte, en ese sentido, en una elección racional.

El paradigma de la elección racional ha sido replanteado por los hallazgos de las ciencias del comportamiento, en el sentido que los errores cognitivos y las distorsiones motivacionales a los que están sujetas las elecciones de los individuos, puede alejarlos del resultado esperado según el modelo tradicional (Sunstein 1997, 1175). Ello no significa que el comportamiento de las personas gire de una forma errática o impredecible; sino más bien, existe una tendencia a ser “predeciblemente irracional” (Ariely 2010) de modo que, al basarse en asunciones más reales, es posible incrementar la calidad de las predicciones (Jolls, Sunstein y Thaler 1998, 1484). Incumplir la ley, podría ser, por ende, una actuación irracional que trascienda a la mera comparación de sus costos y beneficios.

                                              Fuente: @mayores_sin

Cualquiera sea la razón que subyace a estos comportamientos automatizados que determinan una predisposición o tolerancia frente al incumplimiento de la ley, lo cierto es que nos hemos habituado a que la ley esté presente en el papel, pero no en nuestras actuaciones. De acuerdo con un grupo de investigadores de la universidad de California y de Londres (Neal, y otros 2012, 492-498) estos hábitos pueden ser definidos como disposiciones psicológicas para repetir comportamientos pasados, lo que se adquieren gradualmente en la medida que las personas responden repetidamente en contextos recurrentes. 

Usualmente, se suele creer que la consolidación de un hábito depende de la fuerza de voluntad o de la búsqueda de un objetivo. Por ejemplo, se piensa que el ánimo de bajar de peso o gozar de buena salud motiva a las personas a asistir de modo regular al gimnasio. Desde esta perspectiva se suele creer que fracasamos en el intento de convertirnos en una sociedad cumplidora de la ley porque los incentivos internos no son los adecuados, no tenemos suficiente voluntad o carecemos de objetivos definidos que guíen nuestro actuar. No obstante, no se ha demostrado hasta la fecha que los elementos citados influyan, en alguna medida, en determinar la automaticidad del hábito. 

Una investigación sugiere más bien lo contrario. Los hábitos fuertes y consolidados, aunque percibidos como dependientes de propósitos y de objetivos, están en realidad influenciados por gatilladores recurrentes en el contexto de su ejecución. (Neal, y otros 2012, 492-498). Dicho de otro modo, las personas pueden ser influenciadas en sus hábitos incluso cuando no posean un propósito congruente, un deseo de enmienda, la voluntad de un cambio o una fuerte motivación intrínseca. Bastará que el entorno de los individuos sea correctamente alterado mediante gatilladores permanentes de conducta para que, a la larga, el cambio ocurra. 

Desde esta perspectiva, para conseguir que el ejercicio regular se convierta en un hábito, resulta más relevante animar a todos los miembros de la familia a practicar un deporte, que el mero deseo individual de bajar de peso o gozar de buena salud. La formación de un hábito a través de la modificación del entorno explica, de alguna manera, el auge de los deportes colectivos en nuestro país, que va desde el “running” hasta la práctica del ciclismo.

En medio de todo ese contexto, el gobierno ha anunciado la llegada del primer lote de vacunas proveniente del laboratorio chino Sinopharm. Tarde o temprano, otros lotes de vacunas se sumarán en su llegada al país, hasta llegar a la ansiada inmunidad del rebaño. Desde el día 06 de marzo de 2020, cuando se confirmó el primer caso de Covid-19, hasta culminar el proceso de vacunación transcurrirán quizá uno o dos años más.

¿Volverán los viejos hábitos de tocarnos, abrazarnos o saludarnos con un beso?

                                                                 Fuente: AFP

Un estudio realizado por unos investigadores de una universidad londinense (Lally y Gardner 2013, S140) mostró que la repetición de un comportamiento en un mismo contexto puede propiciar la automaticidad de este. De acuerdo con un grupo de investigadores de una universidad londinense (Lally, Van Jaarsveld, y otros 2010, 1007) en un experimento sobre el proceso de formación de hábitos en la vida diaria, el tiempo que tardaron los participantes en alcanzar el 95% de su asíntota de automaticidad estuvo en el rango de 18 a 254 días. 

Nos ha tomado casi un año (un periodo mayor a la asíntota de automaticidad de 254 días) en dejar el contacto físico -tocarnos, abrazarnos, besarnos- que nos caracteriza como sociedad, en un afán por sobrevivir. Para muchos, el distanciamiento social se ha automatizado hasta convertirse en un nuevo hábito, la nueva normalidad. ¿Volverá a saludar con un beso en la mejilla una vez alcanzada la inmunidad del rebaño? Probablemente nos tomará un tiempo desandar lo andado hasta regresar a nuestras viejas costumbres.

Si existe la esperanza de que una vez modificado nuestro entorno a través de la vacunación colectiva retornemos a la automaticidad de los encuentros acompañados de abrazos y besos ¿por qué no empezamos a trabajar, desde ya, en alterar nuestro entorno actual identificando gatilladores que propicien un cambio de hábitos para un  cumplimiento más elevado de la ley?

 

 

Fuentes

 

Adhanom , Tedros . Twitter. 07 de 03 de 2020. https://twitter.com/DrTedros/status/1236328816949280768 (último acceso: 17 de 01 de 2021).

Ariely, Dan. Predictably Irrational: the Hidden Forces That Shape Our Decisions. New York: Harper Perennial, 2010.

Becker, Gary S. «Crime and Punishment: An Economic Approach.» Journal of Political Economy , 1968: 169-217.

Cuarto Poder. «Ansiedad total, la otra pandemia.» https://www.americatv.com.pe/noticias/noticias-de-cuarto-poder-17467. 17 de 01 de 2021. (último acceso: 17 de 01 de 2021).

Dunbar, R.I.M. «The social role of touch in humans and primates: Behavioural function and neurobiological mechanisms.» Neuroscience and Biobehavioral Reviews, 2010: 260-268.

Jolls, Christine, Cass R. Sunstein, y Richard Thaler. «A Behavioral Approach to Law and Economics.» Stanford Law Review, 1998: 1471-1550.

Lally, Phillippa, Cornelia H. M. Van Jaarsveld, Henry W. W. Pots, y Jane Wardle. «How are habits formed: Modelling habit formation in the real world.» European Journal of Social Psychology, nº 40 (2010): 998–1009.

Lally, Phillippa, y Benjamin Gardner. «Promoting habit formation.» Health Psychology Review, 2013: 37-41.

Neal, David T., Wendy Wood, Jennifer S. Labrecque, y Phillippa Lally. «How do habits guide behavior? Perceived and actual triggers of habits in daily life.» Journal of Experimental Social Psychology, 2011: 492-498.

Stigler, George E. «The Optimum Enforcement of Laws.» Journal of Political Economy, 1970: 526-536.

Sunstein, Cass R. «Behavioral Analysis of Law.» The University of Chicago Law Review, 1997: 1175-1195.

 

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