Vito Verna
El universo parece indicarnos que todo inicia con lo básico, lo elemental y, conforme transcurre el tiempo, la regla que se impone inevitablemente a todas las cosas, animadas o no, es la complejización.
Desde un universo que comenzó con solo un único elemento base, el hidrógeno, hasta hoy en día, tiempo de seres vivos, interrelacionados y autoconscientes, conformados por complejas moléculas orgánicas, solo ha transcurrido tiempo, muchísimo tiempo.
¿Y nuestra economía?
Con independencia de la ideología económica que más nos guste, la economía lineal (EL) que nos rige tiene tres momentos, a saber: i) la extracción de recursos del ambiente, ii) su transformación y iii) la disposición de desechos en el ambiente; y, como es obvio, el funcionamiento y crecimiento de este tipo de economía se encuentra condicionado por la capacidad del planeta de proporcionar recursos y de recibir desechos, la cual, hoy en día, se encuentra seriamente sobrecargada.
Basta con revisar el último reporte del IPCC sobre cambio climático para entender que la actividad humana, tal y como la conocemos, no puede continuar. Ella esta condenada a experimentar importantes transformaciones, los cuales implicarán una profunda revisión de nuestras necesidades y la forma en que las satisfacemos.
En este punto, surge una primera interrogante ¿De qué se trata la Economía Circular (EC)?
En la EC todo material es considerado al mismo tiempo el fin y el inicio de una cadena de valor. La EC constituye un sistema que propone eliminar la polución y los desechos de la producción y el consumo, adoptando un enfoque regenerativo, por el cual todo material es considerado un nutriente biológico y/o técnico.
En este orden de ideas, la EC nos plantea eliminar el concepto mismo de desecho, el cual se relaciona con la noción subjetiva de utilidad del objeto que poseemos, al tiempo que elimina del sistema productivo los elementos tóxicos y contaminantes.
Recordemos que, en él prevalece la dictadura del sujeto poseedor del material, quien decide por sí solo, si el material que posee transitoriamente es o no es un desecho.
En efecto, el individuo, basado en su propia experiencia, situación y conocimiento -limitadas por definición- decide respecto de si los objetos son bienes o basura; claramente esta decisión, errónea en la mayoría de las veces y repetida millones de veces, amenaza nuestra existencia y la de los seres que junto con nosotros componen la compleja biosfera que puebla el planeta.
En ese sentido, la EC representa un cambio sustancial en todo: la forma en que pensamos las cosas que necesitamos, producimos bienes, prestamos servicios, conducimos negocios y nos comportamos como consumidores, ciudadanos e individuos, por lo tanto, implica retos enormes en el campo de la convivencia humana, la tecnología y la concepción de los negocios, por citar solo algunos ejemplos.
Planteada la filosofía circular (los materiales siempre deben establecerse en ciclos continuos y sucesivos de valor económico), el objetivo (cero desechos y polución), corresponde preguntarse por la estrategia para lograrlo.
Al respecto, la EC plantea la construcción de una economía ultra colaborativa, ultra conectada y donde la I&D sean redireccionados hacia el objetivo de lograr cero desecho y polución; claro esta que la estrategia no se agota aquí, es menester instalar nuevos valores sociales e instalar una nueva cultura del consumidor y del usuario.
Facilitar la construcción de una EC exigirá la adopción de una política pública y de varios instrumentos de gestión, dentro de los cuales el Derecho, como disciplina que promueve el orden social basado en valores y más recientemente, la integración de la sociedad humana con el entorno ecosistémico, juega un rol fundamental.
Para el Derecho positivo peruano, la EC es un concepto aún nuevo. En nuestro país tenemos una mención a la EC como principio en la Ley de Gestión Integral de Residuos Sólidos, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 23 de diciembre de 2016, con el siguiente texto:
“Economía circular.- La creación de valor no se limita al consumo definitivo de recursos, considera todo el ciclo de vida de los bienes. Debe procurarse eficientemente la regeneración y recuperación de los recursos dentro del ciclo biológico o técnico, según sea el caso.”
Al respecto, el enunciado subraya una máxima que busca desplazar a su equivalente en la EL y que podríamos reconstruir así: “La creación de valor se limita al consumo definitivo de recursos” por la cual, los bienes y servicio son concebidos, diseñados y prestados con un solo propósito, cual es: satisfacer una necesidad puntual del usuario en un tiempo determinado.
Por ejemplo: cuando diseñamos un lápiz, en la EL pensamos en el uso directo de este bien, es decir, nos enfocamos en que nuestro producto sirva lo mejor posible para escribir; por el contrario, la EC plantea que el lápiz debe ser concebido de tal forma que podamos reducir la contaminación y uso de los recursos asociados con su producción industrial, en alargar su vida útil (que dure más), en maximizar su utilidad (que sirva más), en que sus partes puedan ser reutilizadas o servir en otros ciclos productivos (cero desechos). En la EC, por ejemplo, los restos provenientes del tajado del lápiz deben ser utilizados como nutriente en otras actividades, como la producción de laminados para construcción, en agricultura, etc.
Luego, el enunciado del principio en comentario se refiere a “Debe procurarse eficientemente la regeneración y recuperación de los recursos dentro del ciclo biológico o técnico, según sea el caso.” Lo que nos lleva al diagrama de la mariposa propuesto por la Fundación Ellen MacArthur:
En este esquema se diferencian dos ciclos de nutrientes, uno tecnológico y otro biológico, en el primero, los usuarios debemos procurar que los bienes materiales sean utilizados al máximo posible, aplicando estrategias como: el eco-diseño, mantenimiento preventivo, reutilización, redistribución, renovación, re-fabricación y finalmente el reciclaje. Nótese que en la EC se prefieren las actividades (bucles en la mariposa) más pequeños y cercanos al usuario (eje de cada ala), debido a que las actividades más lejanas, como el reciclaje, producen mayores impactos ambientales que las primeras.
El ciclo biológico mantiene el mismo razonamiento y orden de prelación, solo que aplicado a los materiales biológicos.
En su condición de principio, este enunciado debe servir al operador jurídico para: i) crear nuevas normas; ii) integrar el marco regulatorio que disciplina el uso y transformación de los materiales; e, iii) interpretar las normas existentes.
Así su aplicación, por ejemplo, servirá para preferir interpretaciones que favorezcan la colaboración entre los actores económicos, la circulación de los materiales en la economía y que limiten el alcance de las barreras existentes.
Debemos recordar que la transformación sistémica de las economías reserva al Derecho un rol sistémico también.
Las nuevas normas que busquen promover la circularidad de la economía deberán abordar, por ejemplo:
- los desafíos que impone construir una economía ultra colaborativa y ultra conectada en un escenario de partida donde prevalecen los paradigmas de la propiedad intelectual y la competencia que caracteriza el libre mercado;
- flexibilizar la circulación de los alimentos, sin poner en riesgo la salud, o
- la forma en que construimos nuestro sistema tributario, donde figuras como la depreciación incentivan la adquisición de nuevos bienes, en lugar de alargar la vida de los que tenemos en uso.
Asimismo, deberá recurrirse a normas económicas que incentiven la renovación, la re-fabricación y en última instancia el reciclaje de los productos, la transición energética hacia energías limpias, y normas que involucren más intensamente al individuo como actor activo de cambio y menos como consumidor y receptor pasivo de servicios.
En muchos sentidos, la lucha por formalizar nuestra economía, vale decir: intra e interconectarla, coincide con los pasos que impone la transición hacia una economía ultra colaborativa y conectada, por lo tanto, avanzar en cualquiera de los dos caminos, formalizar o circularizar la economía, nos llevará a avanzar en ambos sentidos.
En mi opinión, la EC -entendida como forma superior del funcionamiento económico- se terminará imponiendo de todos modos, no necesariamente como producto de una exitosa política pública -la cual indudablemente la favorecerá- sino por el apremio que impone la catástrofe ambiental que hemos incubado por más de 100 años y porque como especie somos lo suficientemente inteligentes para no terminar nuestros días ahogados por la ilusión de nuestros desechos, así no.